La actividad de pensar encuentra sobre todo su equivalente en la capacidad de «fluir». Solamente cuando un pensamiento se detiene ante un contenido determinado, se fija dando lugar a una «representación». Como toda forma orgánica, la representación se origina en el seno de una corriente, para convertirse en un movimiento fijado. Cuando un ser humano tiene la capacidad de crear formas con agilidad y soltura y de ligarlas de una manera armoniosa las unas con las otras en una corriente sin turbulencias ni divagaciones se puede, entonces, hablar de «actividad de pensar fluida». Por el contrario, cuando no se logra hacer esto, se habla de «actividad de pensar viscosa», de «actividad de pensar lenta», etc. (...)
Las leyes del pensamiento son las mismas que las del agua, que renuncia a adquirir una forma propia, que está siempre dispuesta a adaptarse a todo, a ligarlo todo y a admitir cualquier cosa en su seno.
Un pensamiento sin facilidad para penetrar en los detalles, al no poder crear ninguna forma duradera será arrastrado o arrebatado por una corriente invisible y entrará en «fuga de ideas». Como contrapartida, un pensamiento detenido en «ideas fijas» se queda prisionero de la forma, sin desarrollar corrientes asociativas hacia otras posibilidades. Al igual que el agua, el pensamiento puede crear formas como representaciones, intercomunicarlas y ponerlas en relación mutua. Puede unir pero también separar y analizar. «Unir y desunir» son las actividades materiales del agua que resurgen a un nivel espiritual en el mundo del pensamiento.
Theodor Schwenk (1910-1986)
de 'Tres cualidades esenciales del agua' (fragmento)
en "El caos sensible"
trad. Miguel M. Falero del Pozo
ed. Antroposófica (2009)
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