Cuando el tiempo era bueno los barcos
podían navegar a través de Anfítrite, sus proas se oscurecían
con la sequía del invierno, después de que yo hubiera abierto
los grises brazos de Tetis con una sonrisa, sonrojadas mis
alegres mejillas. Por las profundidades navegables,
cuando el corazón me lo pedía, seguía mi camino sin rumbo.
Precipitándose en todas las direcciones
con oscuro bramar,
el océano daba profundos rugidos
desde su santuario más íntimo, en sus profundas cavernas.
Fui la primera que guió la quilla del rápido barco, sus velas al viento,
mientras cabalgaba en su cubierta de madera sobre las olas.
del 'Himno de Andros' (fragmento)
en "Himnos a Isis"
trad. Elena Muñiz Grijalvo
ed. Trotta (2006)
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