–¿Cuantos años tienes?
El 105 iba a decirle doce, pero le salieron otras palabras de la boca: «Muchos».
–Yo tengo seis –dijo ella–. Pero este año cumplo siete.
El póney había desaparecido y ellos habían abandonado el camino y se habían adentrado en un bosque.
–Vamos al Estanque Grande –la niña corrió delante de él, señalando el camino–. No nos dejan ir cuando estamos despiertos; pero en sueños podemos hacer lo que queramos; a menos que sean pesadillas. Jim el jardinero dice que el Estanque Grande no tiene fondo –caminaban entre rododendros, en dirección a un pequeño lago cubierto de algas flotantes de color verde–. Nanny los llama rodidandros; Jackie tenía también en su jardín de Irlanda, y los de mi cuñada eran azules. En Inglaterra no hay rodidandros azules.
Se sentaron cerca del agua, en el musgo.
–Este lugar es peligroso –dijo la niña–. Está encantado. Por eso es por lo que nos gusta venir a Gerard y a mí. Gerard es mi hermano pequeño.
–O sea que no estás sola –el 105 se sintió engañado.
–¡Pues claro que sí! –dijo ella con violencia–. Todos me odian porque soy niña. Las niñas no podemos hacer las mismas cosas que los niños, dicen. No es verdad. Yo puedo dar una patada más fuerte que Gerard y no le dejo aparejar los caballos. Mamá ha dicho que tengo tan mal genio que antes de llegar a los veinte me voy a convertir en una vieja bruja. Me da igual si me arrugo antes de cumplir los veinte. Seguiré trepando a los árboles y vendré al Estanque Grande cuando me apetezca.
La estancada capa de algas pareció moverse, pero la niña no hizo caso.
de 'La puerta de piedra' (fragmento)
en "El séptimo caballo"
Leonora Carrington
trad. Francisco Torres Oliver
ed. Siruela (1992)
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