Amo las grandes montañas. Desde la verja de entrada
de la casa destartalada que alquilamos allí
se veía una forma nevada, tan lejana, tan bella
que sólo cabía lanzar un suspiro, como si
pudiera ayudar a asimilarla.
Iph
era un nido de larvas y una violeta:
una fosa en la primavera precoz de la Razón. Y sin embargo
faltaba lo esencial de cada cosa; faltaba
lo que más interesa al preterista;
pues morimos cada día; el olvido prospera
no con fémures secos sino con vidas llenas de savia
y nuestros mejores ayeres, son ahora fétidos montones
de nombres arrugados, números telefónicos y fichas descoloridas.
Estoy dispuesto a convertirme en una florecilla
o en un moscón, pero a olvidar, jamás.
de 'Canto tercero' (fragmento)
en "Pálido fuego"
Vladimir Nabokov
trad. Aurora Bernández
ed. Anagrama (2003)
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