miércoles, 14 de diciembre de 2016

delicados fenómenos de radiación






   Mi convicción de que todos los frutos maduros que nos caen en suerte en el lado diurno de la vida se han formado en el lado nocturno, la he encontrado corroborada a menudo por mi propia experiencia.
   Me parece significativo, entre otras cosas, que tras ocuparnos con obras, cuyo sentido nos exigía un penoso esfuerzo, nos despertemos a la mañana siguiente con la sensación de haber seguido trabajando mientras dormíamos en la misma dirección y de habernos, por así decirlo, ejercitado en las armas de ese espíritu extraño.
   Es como si un nuevo sistema fluvial hubiera excavado su lecho en el paisaje interior. Aunque recordemos haber reflexionado sin cesar con la mayor agudeza, no podremos retener ni el más mínimo pensamiento. No se trata de pensamientos que fluyan hacia abajo, sino que un éter espiritual mucho más importante, un médium sutil que transporta los pensamientos, se ha movido en las formas preexistentes y en los remolinos rítmicos sobre los que se basa la peculiaridad de una meditación. No se ha transmitido un contenido extraño, sino que se ha abierto un canal sin el cual no es posible la recepción de ese contenido. Se puede comparar ese proceso con los delicados fenómenos de radiación que cabe observar en la fecundación de un huevo y que preparan la fusión del núcleo extraño. En una lucha de naturaleza muy vegetativa se han establecido las bases internas para captar la peculiaridad de un espíritu y sólo entonces se podrá gozar del placer indubitable de sus formas y manifestaciones.
   Una señal de esos procesos subterráneos tiene lugar cuando de repente se nos cae la venda de los ojos. No es que penetremos con las lámparas mineras del entendimiento en los pozos y galerías transversales de un sistema para iluminar su orden secreto, sino que más bien nuestra comprensión sólo aumenta si nosotros mismos le ofrecemos el suelo nutricio interior. Su formación no depende de las obras y la conciencia, sino de la gracia y la oscuridad.














Ernst Jünger (1895-1998)
en "Anotaciones del día y de la noche"
trad. Enrique Ocaña
ed. Tusquets (2013)

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