Tras Fionn, la abastionada Tara se agazapaba en la oscuridad. El Rey así lo había ordenado. Ni el más mínimo destello de una débil lumbre se dejaba ver por parte alguna; si Tara ardiera esta noche, tendría que incendiarla Allyn, hijo de Midna. Del norte es de donde vendría el hijo de Midna; ahora mismo pudiera venir acercándose, ¡y Fionn no tenía la Lanza! Alerta como un lobo, sus ojos escudriñaron la penumbra, y sus oídos, la quietud, y antes de que pudiera ver nada supo, por leves sonidos apenas audibles, que alguien venía con pasos furtivos y cautelosos.
–Hijo de Uail –susurró una voz–, soy yo, Fiacha; tengo la Lanza.
–Que mi bendición sea para ti –dijo Fionn–, ponla en mis manos; es mi elección de arma esta noche.
–Muy terrible es esta Lanza –dijo Fiacha–. Birgha la llaman. Siente tú cómo la hoja vibra y se estremece, aún cuando el manto que la envuelve, tan firme toda a lo largo, la ciega y la refrena. Ahí se retuerce como un demonio; sólo una vez la desenfundó tu padre y entonces, por un infausto manoteo suyo, ¡ella se bebió la sangre de vida de un guerrero a quien él amaba!
Los dedos ansiosos de Fionn se aferraron al asidero; su mano se movió con cautela por la embozada hoja.
–Vive, a fe mía –dijo él–, y este manto que la cubre no parece más que un vendaje de seda.
–No desenvuelvas el vendaje hasta que estés listo para arrojar la Lanza. Es un manto hecho de foráneo tejido, tan fino que podrías pasarlo a través del anillo de tu pulgar. Proviene del mismo palacio del que tu padre sustrajo la Lanza; la vehemencia de la hoja no lo ha desgastado, y los años de su ocultamiento tampoco lo han carcomido. Quisiera que vieras los colores que posee. Es un manto del País Encantado de las Hadas.
Ella Young (1867-1956)
de 'El señorío de los Fianna' (fragmento)
en "El caballo recubierto de maraña"
trad. Mónica Cumar y Juan Zegers
ed. Columba (2002)
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