martes, 9 de mayo de 2017

una etiqueta de papel






   Sin embargo, en una segunda recorrida Alicia descubrió una cortina baja que no había notado antes, y tras ella una puertecita de unos cuarenta centímetros de altura. Probó la llavecita de oro en la cerradura: para su gran alegría, encajó.
   Abrió la puerta y descubrió que conducía a un estrecho pasaje, no mucho más amplio que una ratonera. Se arrodilló, y a través del pasadizo vio el jardín más hermoso que ustedes hayan contemplado nunca. ¡Cuánto deseó salir de esa sala lóbrega y vagar entre aquellos lechos de flores rutilantes y aquellas frescas fuentes!, pero ni siquiera pudo pasar la cabeza por la entrada. "Y aunque la cabeza pasara –pensó la pobre Alicia–, resultaría muy poco útil sin los hombros. ¡Ay, cómo me gustaría ser retráctil como un telescopio! ¡Creo que sería capaz, si sólo supiera cómo empezar!" Porque, como ustedes saben, habían sucedido tantas cosas extraordinarias últimamente, que Alicia empezaba a creer que existían muy pocas verdaderamente imposibles.
   Parecía vano esperar junto a la puertita, de modo que regresó hasta la mesa, con la remota esperanza de encontrar otra llave o, al menos, un manual de instrucciones para que la gente encoja como los telescopios. Esta vez encontró sobre la mesa una botellita ("Ciertamente no estaba aquí antes", pensó Alicia) que tenía una etiqueta de papel con la palabra BÉBEME, primorosamente impresa en grandes letras.

















Lewis Carroll (1832-1898)
de 'Cayendo por la conejera' (fragmento)
en "Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas"
trad. Elías Gallo
ed. Brújula (1968) 

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