miércoles, 17 de agosto de 2016

de la fabricación







   (...) La fabricación de objetos de metal era obra santa. Se hacía por medio de aleaciones, ya que los metales, como todas las cosas, eran unos machos y otros hembras. Mediante su unión se lograban objetos prestigiosos cuyo poder se extendía a los hombres como a todos los seres; contenían en sí un principio de concordia universal. Por eso, la aleación y la fundición de los metales no podían lograrse sino mediante los ritos matrimoniales.
   El fuelle era accionado por mozos y mozas vírgenes, en número igual. Daban su aliento (es decir, su alma) para que se realizara la fusión.
   Al obtenerse la fundición, bautizaban el metal arrojándole agua, todos juntos. Ahí donde se producía una hinchazón, el metal era macho; era hembra allí donde se abría un hoyo. El fundidor sabía entonces de dónde tomar y cómo combinar los elementos antagónicos cuya unión produce una obra perfecta. El principio de la perfección residía en la colaboración de los sexos que habían dado, cada uno, toda su fuerza vital. Para manejar el fuelle, no eran menester menos de trescientas mozas y trescientos muchachos. Trescientos es un total supremo.















Marcel Granet (1884-1940)
fragmento de 'Dioses y jefes masculinos'
en "La civilización china"
trad. Leonor de Paiz
ed. UTEHA (1959)

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