De veras se trataba de una noche extraña y terrorífica. La lluvia caía a raudales y torrentes, en chorros y lagos de agua, el relámpago restalló, encendido y zigzagueante, en bolas y cataratas de fuego; el viento golpeó la casa con violencia hasta hacerla tambalear sobre sus cimientos.
–¡Mirad –exclamó de pronto Diarmid–, aquel Rostro!
–Yo no vi nada –dijo Fionn.
–Un rostro más resplandeciente que el relámpago miró hacia adentro por la ventana –dijo Diarmid.
–Aparta tus ojos de cosas tales –dijo Cunnaun–, ¡no te traerán ninguna buena suerte!
Por un rato, todos se sentaron alertas y en silencio.
–¿No escucháis una voz que se lamenta y llora pidiendo amparo? –dijo Diarmid.
–Te digo, Diarmid –rezongó Cunnaun–, que estas cosas van a aniquilarte. Envuélvete el manto firme alrededor de rostro y cabeza, y repite para ti mismo una canción que te adormezca.
Pero Diarmid fue hacia la puerta y se quedó escuchando. Oyó una débil vocecita, como la voz de un niño que lloraba en forma lastimera.
–Dejadme entrar, dejadme entrar. ¡Tengo tanto frío!
–Fionn –dijo Diarmid–, afuera hay un niño que suplica albergue.
–No lo creo –dijo Fionn.
–Escúchale –exclamó Diarmid–, está diciendo, una y otra vez: «Tengo tanto frío, la lluvia me ha empapado, dejadme entrar.»
–Es un Demonio del Aire –dijo Cunnaun– o una Piast del Lago Negro de aquí cerca. Ciérrale tus oídos, acaso sea un Dragón de Bajo el Mar.
–Fionn –dijo Diarmid–, ¡clama con voz tan menuda! Tú me has enseñado que los Fianna nunca deben negar albergue. Usheen por sí solo podría enfrentar a un Demonio; tú podrías enfrentar a diez.
–Diarmid– dijo Fionn–, si estás decidido a abrir la puerta, ábrela. Pero deberás habértelas por ti mismo con lo que sea que cruce el umbral. No esperes consejo ni ayuda de ninguno de nosotros.
fragmento de "La Hija del Rey del País Bajo las Olas"
en "El caballo recubierto de maraña"
Ella Young (1867-1956)
trad. Mónica Cumar y Juan Zegers
ed. Columba (2002)
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