domingo, 20 de diciembre de 2015

Nana la Lluvia





¡Y, sí, Nana la Lluvia, el que hacía los ídolos y preparaba las cabezas de los muertos, dejándolas desabrido huevo, betún encima, tenía las manos tres veces doradas!

¡Y, sí, Nana la Lluvia, el que hacía los ídolos, cuidador de calaveras, huyó de los hombres de piel de gusano blanco, incendiaron la ciudad entonces, y se refugió en lo más inaccesible de sus montañas, allí donde la tierra se volvía nube!

¡Y, sí, Nana la Lluvia, el que hacía los dioses que lo hicieron a él, era Ambiastro, tenía dos astros en lugar de manos!

¡Y, sí, Nana la Lluvia, Ambiastro, huyó del hombre de piel de gusano blanco y se hizo montaña, cima de montaña, sin inquietarle la ingrimitud de su refugio, la soledad más sola, piedras y águilas, habituado a vivir oculto, a no mostrarse mientras creaba las imágenes sacras, ídolos de barro y cebollín, y por la diligencia que puso en darse compañía de dioses, héroes y animales que talló, esculpió, modeló en piedra, madera y lodo, con los utensilios que trujo!













Miguel Angel Asturias (1899-1974)
fragmento de la 'Leyenda de la máscara de cristal'
en "Leyendas de Guatemala"
ed. Salvat (1970)


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