Érase un pescador que todos los días salía de pesca, aunque casi siempre regresaba con las manos vacías. Su mujer le decía:
–Día tras día vas de pesca, pero nunca traes nada a casa. Tendrás que buscarte otro oficio o moriremos de hambre.
–Está bien, mujer. Iré mañana por última vez y, si no atrapo nada, lo dejaré.
A la mañana siguiente, marchó el pescador al río y, nada más lanzar su red, sacó un pez rojo de gran tamaño, que le dijo:
–Pescador, buen pescador, échame de nuevo al río y atraparás cada día todos los peces que quieras.
Lo devolvió al río y la primera vez que volvió a lanzar sus redes, recogió un quintal de peces.
Cuando, contento, regresó a su casa, su mujer le dijo:
–¿Cómo es posible? Hace tiempo que vas de pesca y no traes nunca nada... ¿Por qué hoy tantos peces?
–Te lo diré; atrapé una gran pieza de color rojo y me dijo que si le dejaba volver al río, atraparía todos los días cuantos peces quisiera.
Su mujer respondió:
–Mañana, vuelve al mismo sitio y, si lo atrapas, tráelo a casa. Quiero comérmelo.
El pescador se marchó al río con su red al cuello; la lanzó al agua y de nuevo atrapó al pez rojo, que le dijo:
–Pescador, buen pescador, échame de nuevo al río y atraparás cada día todos los peces que quieras.
–No puedo dejarte ir. Mi mujer quiere comerte.
–Cuando tu mujer me haya comido, a medianoche, dará a luz a tres hermosos niños; tu yegua, la que está en la cuadra, tendrá tres magníficos potrillos y también tu perra parirá tres bonitos cachorros. A éstos les pondrás por nombre: Rápido como el Viento, Pasa por Todo y Rompe el Hierro. Dirás a tu mujer que conserve mis espinas y que las coloque sobre la chimenea en un frasco con agua. Cuando el agua se ponga roja, cosas extraordinarias le ocurrirán a alguno de tus hijos.
fragmento de 'El Rey de los Peces'
en "Historias y Leyendas del Languedoc"
Daniel Fabre y Jacques Lacroix
trad. Agustín Lopez Tobajas y Maria Tabuyo
ed. Crítica (1990)
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