El Sombrerero fue el primero en romper el silencio.
–¿Qué día es hoy? –interrogó, dirigiéndose a Alicia. Había sacado el reloj del bolsillo, y lo miraba con aire inquieto, sacudiéndolo y acercándolo a la oreja de vez en cuando.
Alicia pensó un poco, y dijo:
–Cuatro.
–¡Dos días de diferencia! –suspiró el Sombrerero, y agregó, mirando enojado a la Liebre de Marzo–. ¡Te dije que la manteca no le haría bien al mecanismo!
–Era manteca de la mejor –replicó mansamente la Liebre de Marzo.
–Sí, pero seguramente debía tener algunas migas –gruñó el Sombrerero–; no deberías haberla aplicado con el cuchillo de cortar pan.
La Liebre de Marzo tomó el reloj y lo contempló sombríamente: luego lo sumergió en su taza de té y lo volvió a mirar. Pero no se le ocurrió nada mejor que repetir su primera observación:
–Sabes, era manteca de la mejor.
Alicia había estado mirando por encima de sus hombros con cierta curiosidad.
–¡Qué reloj gracioso! –dijo–. ¡Dice el día y no dice la hora!
–¿Por qué habría de hacerlo? –murmuró el Sombrerero–. ¿Acaso tu reloj te dice el año?
–Claro que no –respondió Alicia en el acto–; pero eso se debe a que el mismo año dura mucho tiempo.
–Ese es, precisamente, el caso de mi reloj –dijo el Sombrerero.
Lewis Carroll (1832-1898)
fragmento de "Aventuras de Alicia en el país de las maravillas"
trad. Elías Gallo
ed. Brújula (1968)