(...) –"¡Vaya! ¡Está bien, hijo!, dijo el gigante que seguía yaciente en el suelo; "Ya lo sé para otra vez, en el futuro no soplaré sobre el grano del hombre pobre. Y, ya no es necesario que andes buscando al Viento por la estepa abierta, buen hombre, porque yo mismo soy el Viento."
–"Entonces, si tú eres el Viento, devuélveme mi trigo."
–"Ni hablar", dijo el gigante; "no se puede hacer que los muertos vuelvan de la tumba. Sin embargo, puesto que te he causado semejante trastorno, te daré ahora este saco, buen hombre, para que lo lleves contigo a casa. Y cuando quiera que desees comida, sólo tendrás que decirle: "¡Saco! ¡saco! ¡dame de comer y de beber! y en seguida podrás hartarte de comida y bebida; así ahora, al menos tendrás con qué consolar a tu mujer y a tus hijos."
El hombre sintióse entonces lleno de gratitud. "¡Te doy las gracias, oh Viento!" dijo, "por tu amabilidad en regalarme un saco que me dará de comer y beber sin tener que molestarme en trabajar para ello."
–"Al tonto perezoso, favor doblemente generoso", sentenció el Viento. "Vete a casa, pues; pero óyeme: no pises taberna alguna en el camino. Yo sabré bien si lo haces."
–"No", concedió el hombre. "No lo haré". Y entonces se despidió del Viento y emprendió su camino.
de 'La historia del Viento' (fragmento)
en "Cuentos Cosacos"
trad. Ramón Martínez Castellote
ed. Miraguano (1985)