(...)¿Por qué malgastas nuestro tiempo quejándote? ¿No te das cuenta de que tenemos que despertar?
De repente se calló, asustada. "No regresaremos. Me niego. ¿No podemos escaparnos, ahora que estamos juntos?"
–Volvamos al Estanque Grande –dijo el 105–. Iba a suceder algo cuando has empezado a decir todas esas tonterías –echaron a andar hacia el Estanque Grande cogidos de la mano, y se sentaron otra vez cerca del agua–. (...)
Observaron las algas inquietas con expectación. "No tardaremos en saber qué pasa –dijo la niña–. Oye, ¿recuerdas lo que me diste?"
–Cinco clavos de hierro, un palo de canela, y un ovillo de lana negra.
El agua se estaba abriendo. Emergieron dos cuernos curvos, y luego la cabeza y el cuello de un carnero negro. De su boca colgaba una balanza con dos platillos de oro.
La niña trazó un círculo en el suelo y lo llenó de polígonos diferentes, luego señalando primero a la izquierda y luego a la derecha, exclamó: "Fuego y Aire, o sea tú y yo, hermanito; y nuestra madre es la Tierra y nuestro padre el Agua. En doce casas hemos vivido y por doce casas pasaremos. Cuando tendemos las manos por encima del círculo, el Aire es tuyo, el Fuego mío."
El carnero negro salió elegantemente del Gran Estanque y se colocó en el centro del círculo.
La niña tendió al chico una piedra afilada de forma triangular, que él tomó en su mano izquierda. Arrodillándose ante el carnero, le cogió su cuerno espiral con la derecha, le echó la cabeza hacia atrás, exponiendo los pulsos palpitantes de su cuello. Lo degolló con la piedra triangular. La niña cogió sangre con el hueco de las manos, diciendo: "Bebe la leche escarlata del Paraíso, Hermanito, es nuestra."
El 105 inclinó la cabeza y bebió sangre de manos de ella. Cuando hubo bebido, dijo: "Los Dioses Viejos son nuestro alimento; los Dioses Nuevos se nos revelarán en el tiempo y fuera del tiempo. Los Dioses Viejos han muerto; la Tierra, la Cabra, renovará la sangre vital del Mito y violará el jardín del Paraíso. La Cabra nos librará del Nuevo Mito, y se vestirá de animal, vegetal y mineral; nada muerto, vivo o nonato le faltará y nada de esta Tierra ni de los nueve planetas circundantes permanecerá ajeno a ello, ni ella a ellos."
La niña cogió la piedra triangular y cortó dos mechones de lana de la cabeza del carnero muerto; uno se lo ató al niño alrededor del cuello, y el otro se lo guardó ella dentro del camisón. "Es una joya, y también un arma: una cuerda de lana negra que llega al centro de la Tierra, donde nuestras raíces se entrelazaron al principio de la vida.
"Lana negra. pelo negro, raíces del Aire para la noche. Nuestras raíces hundidas en el Aire, nuestras raíces hundidas en la Tierra. Trenzaremos una escala de pelo negro y bajaremos por ella al centro de la Tierra, hasta nuestras raíces; y cuando estas largas guedejas se vuelvan a juntar volveremos a Oír, Gustar, Ver, Oler, y Tocar."
Leonora Carrington (1917-2011)
'La puerta de piedra' (fragmento)
en "El séptimo caballo y otros cuentos"
trad. Francisco Torres Oliver
ed. Siglo Veintiuno (2012)