Para poder conocer a los espíritus, el abuelo Jobenangiwinshga hizo ayuno de comida y bebida hasta el punto de muerte. Se hizo digno de compasión a los ojos de los espíritus. Primero ayunó cuatro noches y los Espíritus de la Noche llegaron a él; llegaron a él con poderoso estrépito. No tardaron en parársele enfrente, y hablaron: "¡Oh, humano!, has soportado la sed hasta el punto de la muerte, y por esa razón hemos de bendecirte. Nosotros, los que hablamos, somos los Espíritus de la Noche." Lo bendijeron con larga vida y triunfos en la guerra. Entonces él los miró y vio que eran pequeños pájaros y se habían burlado de él.
Entonces otra vez se dolió su corazón. Desesperado, dijo: "Pues bien; si es necesario, moriré ayunando." Así, ayunó otra vez y otra vez más se tiznó la cara con carbón, y ayunó esta vez durante seis noches. Entonces de nuevo los Espíritus de la Noche vinieron del este. Entonces él los miró y se preguntó en su corazón si eran en verdad los Espíritus de la Noche. Pero no eran. De nuevo lo burlaban. Pero esta vez, en lugar de entristecerse, dijo: "No me importa lo que ocurra: estoy dispuesto a morir con tal de alcanzar una bendición."
Entonces, por tercera vez lo burlaron.
Al principio, durante su ayuno, había pensado que volvería a ayunar sólo para causar despecho a los Espíritus, pero ahora le dolió el corazón hasta lo más profundo, y al prepararse para ayunar por cuarta vez se tiznó la cara con carbón y lloró amargamente. Tenía tabaco en ambas manos y, de pie en la dirección de donde habían venido los Espíritus de la Noche, lloró y se humilló profundamente.
relato de la tribu Winnébago
adaptado de la versión en
"El hombre primitivo como filósofo"
Paul Radin
trad. Abelardo Maljuri
ed. Eudeba (1960)