La mujer de Hershel clamó: "¡Dinero! ¡Dinero!"
"No tengo dinero," alegó él.
"¡Eso díselo a tu abuela!" replicó ella. "Sólo sé que los niños están hambrientos".
Cuando Hershel escuchó esto se puso serio y se levantó de su silla.
"Ve al vecino de al lado y pídele prestado un látigo," dijo severamente a su hijo mayor.
Al escuchar esto, su mujer se puso a temblar.
"¡Dios se apiade!" pensó consternada. "¡Ahora me va a dar de azotes!"
Pero nada más lejano de los pensamientos de Hershel. Cuando su hijo le trajo el látigo, él fue hasta el mercado y lo hizo restallar sonoramente en el aire.
"¡Estoy llevando gente a Letitshev por la mitad de la tarifa!" gritó.
"¡Qué ganga!" pensó la gente, y en un abrir y cerrar de ojos se congregaron clientes ansiosos.
Hershel recolectó el dinero y se lo entregó a su hijo.
"Corre a casa y dáselo a tu madre," dijo.
"¿Dónde están los caballos?" preguntaron sus pasajeros mientras lo seguían camino abajo.
"¡Vengan nomás y no se preocupen!" les dijo Hershel. "Los voy a llevar directamente a Letitshev."
Así fue que lo siguieron sin más preguntas.
Ya habían dejado la ciudad, pero aún no aparecían los caballos. A la distancia vieron el puente. "Sin duda los caballos estarán en el puente," pensaron.
Pero cuando llegaron al puente seguían sin aparecer los caballos. Para entonces, ya habían cubierto la mitad del camino. De modo que pensaron para sí: "Muy bien, este hombre es un estafador, pero ¿qué vamos a ganar con dar la vuelta ahora?"
Finalmente, llegaron a Letitshev.
"¡Devuélvenos nuestro dinero, ladrón!" demandaron a Hershel. "¡Nos has engañado!"
"¿Yo los he engañado?" rió Hershel burlonamente. "Respóndanme, ¿les prometí o no llevarlos hasta Letitshev?"
"¡Sí, pero cabalgando, no caminando!"
"¡Pfui!" bufó Hershel. "¿Alguna vez dije una palabra sobre caballos?"
Los pasajeros se miraron entre sí, perplejos, y como no había nada que pudieran hacer al respecto, escupieron con desprecio y se fueron.
Cuando Hershel volvió a su casa, su mujer lo recibió a la puerta, radiante.
"No entiendo, Hershel" dijo. "Tenías un látigo, pero ¿dónde conseguiste los caballos?"
"¡No hagas preguntas tontas!" respondió Hershel riendo. "¿Para qué necesito caballos? Conoces el dicho: 'Si haces sonar un látigo siempre encuentras caballos.' "
'Hershel as Coachman'
en "A Treasury of Jewish Folklore"
comp. Nathan Ausubel
ed. Crown Publishers (1958)
traducción R. M.