Las dos Hermanas construyeron un refugio y colgaron en él sus cestas llenas de emblemas sagrados. Al salir las Hermanas, el Hermano y sus compañeros robaron los cestos y comenzaron a ejecutar el ritual. Las mujeres estaban demasiado asustadas para acercarse a ese lugar, no por los hombres en sí sino por el poder de las canciones sagradas. Los hombres no solo les habían arrebatado las canciones y los emblemas, sino también los poderes necesarios para celebrar el ritual sagrado, poderes que habían pertenecido en forma exclusiva a las Hermanas. Antiguamente, los hombres nada poseían. Dijo la Hermana mayor: "... Los hombres pueden hacerlo ahora, pueden ocuparse de eso (...) Nosotras sabemos todo. En realidad, nada hemos perdido, porque lo recordamos todo, y bien podemos concederles esa parte del todo. ¿Acaso no seguimos reteniendo nuestro carácter sagrado, incluso tras haber perdido los cestos?".
Mircea Eliade (1907-1986)
en "Introducción a las religiones de Australia"
trad. Inés Pardal
ed. Amorrortu (1975)