Y el rey Salomón oyó las palabras de la Abubilla mágica. Y comprendió sus cuatro sentidos, el aparente y el interior, el visible y el místico.
Y él se alegró hasta el límite de la alegría; y su pecho dorado se dilató; y se sintió bailar el corazón.
Y apoyó la mano en la boca, y cerró los ojos un instante. Luego se volvió hacia la asamblea de sus visires y dignatarios, colocados según su rango, y dijo:
«En verdad, si estas palabras estuvieran escritas con las agujas en el lagrimal del ojo, iluminarían lo que es digno de ser iluminado.»
Después se volvió hacia el pájaro mago y sonrió a su rostro.
Y le dijo: «Oh Hud-Hud, vamos a probar la virtud de tus palabras.»
Y dio unas palmadas, y dijo:
«¿Dónde está el Efrit jefe de los escribas y de los calígrafos?»
Y en seguida el Efrit en cuestión salió de entre las filas y besó la tierra entre las manos de su señor. Y Salomón le dijo:
«Oh sabio con tus dedos, hábil en tu espíritu, oh padre de la más bella escritura, oh tú que, incluso ebrio, puedes trazar con trazo firme la complicada letra Tah, apresúrate a darme una hoja lavada de palmera, un cálamo persa y una estopa mojada en una tinta que sea mezcla de ámbar negro, azafrán y oro.»
Y el Efrit jefe de los escribas y de los calígrafos respondió con el oído y la obediencia. Y trajo lo que tenía que traer, a saber, la hoja lavada de palmera, el cálamo persa y la estopa que estaba mojada en una tinta mezcla de ámbar negro, azafrán y oro.
Entonces Salomón dirigió los ojos al cielo y consultó la hora de la bóveda antes de tomar el cálamo para escribir.
Y vio que la hora del cielo era la hora de Canope, de influencia favorable. y comprobó que los signos eran signos claros.
en "La Reina de Saba" (fragmento)
trad. Dr. J.-C. Mardrus
versión Esteve Serra
ed. José J. de Olañeta (1992)