En cierta región de un bosque vivía un chacal llamado Chandarava que, hambriento un día y deseoso de saciar el hambre, se entró en una ciudad. Los perros que le vieron le rodearon por todas partes ladrando y empezaron a morderle con sus agudos dientes. Mordido por ellos y temiendo por su vida, se entró el chacal en la próxima casa de un tintorero, donde había una gran caldera de tintura de añil. Acosado allí por los perros, cayó en medio de la caldera; y cuando salió de ella quedó todo teñido de añil. Los perros, que no conocieron en él al chacal, se marcharon cada uno por su parte.
Mas Chandarava, enderezando sus pasos hacia lejana región, penetró en un bosque, sin que le desapareciera jamás el color del añil.
Pero así que vieron a este animal extraordinario, que parecía por su esplendor el veneno del cuello de Ziva, que es azul como el tamala, todas las bestias que habitaban en el bosque, leones, tigres, panteras, lobos y demás, con la mente turbada de miedo, buscaron por todas partes su salvación en la fuga, diciendo: «No se sabe cuál sea el proceder de éste ni su valor, por tanto, vayámonos lejos».
Pero Chandarava, que comprendió que estaban turbados de miedo, dijo:
–¡Ce, ce, bestias!, ¿por qué al verme huís asustadas? No hay que temer. El propio Brahma es quien me envía hoy, habiéndome dicho: «No hay rey entre las bestias; por esto, ungido tú hoy por mí como soberano de todas ellas, te vas enseguida, y cuida de su conservación». Por esto he venido aquí, y por esto todas las bestias habéis de vivir a la sombra de mi parasol. Soy el rey llamado Kakudruma, que he llegado a serlo de las bestias en los tres mundos.
Al oír esto, las bestias, comenzando por el león y el tigre, le rodearon diciendo:
–Poderoso señor, ordene.
Dio entonces al león el cargo de ministro, al tigre el de camarero, a la pantera el cuidado de preparar el betel y al lobo el de portero. En cuanto a los suyos, es decir a los chacales, ni siquiera quiso hablar con ellos. Todos los chacales fueron cazados lejos. De este modo, ejerciendo éste las funciones de soberano, el león y los demás mataban bestias y las echaban delante de él, quien las repartía y las daba conforme a ley de soberano. Así pasaba el tiempo, cuando un día se oyeron unos chacales que aullaban a lo lejos. Al oír él los aullidos, se le erizaron los pelos del cuerpo y llenaron los ojos de lágrimas de alegría; tanto, que empezó a aullar con penetrante sonido. Pero el león y demás bestias que oyeron tan penetrante voz y conocieron por ella que aquél era chacal, se quedaron un momento mirando al suelo de vergüenza, y dijeron:
–¡Oh! Engañados por éste hemos sido; éste es un vil chacal. Matémosle al punto.
Al oír estas voces el chacal, quiso huir, pero cogido allí mismo por el león y los demás fue despedazado y muerto.
'Cuento X - Libro I'
en el "Panchatantra"
trad. José Alemany Bolufer
ed. Paidós (2007)