miércoles, 22 de noviembre de 2023

el crepúsculo

 




La luz es más grande que la tierra, la tierra es más grande que el hombre y nunca jamás puede hacer pie el hombre, hasta que no respira hacia la patria, regresando a la tierra, terrenalmente retornando a la luz, recibiendo terrenalmente la luz sobre la tierra, recibido por la luz sólo a través de ella, tierra que se torna luz. Y nunca está la tierra en más íntima vecindad con la luz, nunca la luz en más confiada vecindad con la tierra, que en el crepúsculo adherido a los dos límites de la noche. Todavía dormitaba la noche en la profundidad de las aguas, pero iba deslizándose hacia arriba en diminutas ondas silenciosas; por doquiera en el espejo del mar, sin distinción posible entre el arriba y el abajo, surgían las ondas mudas y aterciopeladas del fondo de la noche, las ondas del segundo infinito, de lo suprainfinito brotando en su eterno parto, y comenzaron a verter dulce y quedamente su aliento sobre el centelleo. La luz no venía ya de arriba, estaba suspendida en sí misma y, en sí misma suspendida, brillaba todavía, es cierto, pero ya no alumbraba, de modo que aun el paisaje sobre el cual pendía, parecía limitado a su propia extraña luz. 









de 'Agua - El arribo' (fragmento)

en "La muerte de Virgilio"

Hermann Broch

versión de J. M. Ripalda sobre trad. de A. Gregori

ed. Alianza (2003)

martes, 21 de noviembre de 2023

de deseo

 



   ¿Y entonces, cómo nacieron estas especies? Inmediatamente después, dice la leyenda. Cuando las aguas se retiraron, la tierra quedó cubierta por un estrato profundo de fango caliente. Ahora bien, este fango, que albergaba en su putrefacción todos los fermentos de lo que había perecido en el diluvio, era extraordinariamente fértil. En cuanto el sol lo tocó, se cubrió de brotes, de los cuales surgieron hierbas y plantas de todo género, y además hospedó en su seno flexible y húmedo las nupcias de todas las especies que habían sido salvadas del arca. Fue un tiempo, que nunca jamás se volvió a repetir, de fecundidad delirante, furibunda, en la cual el universo entero sintió amor, tanto que por poco no volvió a retornar al caos. 

   Fueron aquellos los días en que la tierra misma fornicaba con el cielo, en que todo germinaba y todo daba fruto. Todas las bodas eran fecundas, y no en algunos meses, sino en pocos días. Y no solamente todas las bodas, sino todos los contactos, todas las uniones incluso fugaces, incluso entre especies diferentes, incluso entre bestias y piedras, incluso entre plantas y piedras. El mar de fango tibio, que ocultaba la faz de la tierra fría y pudibunda, era un único tálamo exterminado, que hervía de deseo en cada una de sus cavidades, y pululaba de gérmenes jubilosos. 













de 'Quaestio de Centauris' (fragmento)

en "Historias Naturales"

Primo Levi

trad. Carmen Martin Gaite

ed. Alianza (1988)