sábado, 1 de abril de 2017

los nueve estados






   Antes de que se creara el mundo, antes de que empezara todo, no había nada, salvo UN SER. Este ser era un Vacío sin nombre y sin límites, pero era un Vacío vivo, que albergaba potencialmente en él la suma de todas las existencias posibles.
   El Tiempo infinito, intemporal, era la morada de este Ser-Uno.
   Se dotó de dos ojos. Los cerró, y la noche fue engendrada. Los volvió a abrir, y entonces nació el día. 
   La noche se encarnó en Lewrou, la Luna. El día se encarnó en Na'ngué, el Sol. El Sol se casó con la Luna y tuvieron a Doumounna, el Tiempo temporal divino. Doumounna le preguntó al Tiempo infinito con qué nombre debía invocarlo y éste le respondió: «Llámame Guéno, el Eterno».
   Guéno quiso que lo conocieran. Quiso tener un interlocutor. Entonces creó un Huevo maravilloso con nueve divisiones, e introdujo en ellas los nueve estados fundamentales de la existencia.
   Después confió el Huevo al Tiempo Temporal, Doumounna. «Incúbalo con paciencia –le dijo–. Y de él saldrá lo que saldrá.»


















'Genealogía mítica de Njeddo Dewal - según la cosmogonía del Mandé' (fragmento)
en "Cuentos de los sabios de África"
comp. Amadou Hampaté Ba
trad. Alicia Capel Tatjer
ed. Paidós (2010)


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