Un día se encontraba en Arberth, su corte principal, en un festín preparado para él, y allí se encontraba una gran hueste de vasallos. Después de la primera comida, Pwyll se levantó, fue a pasear y se dirigió a la cima de una colina en un lugar más elevado que la corte y que era llamada Gorsedd Arberth.
–Señor –dijo alguien de la corte–, el privilegio de esta colina consiste en que todo noble que se siente en ella no se va sin haber recibido golpes y heridas o haber visto un prodigio.
–No temo los golpes ni las heridas en medio de semejante hueste –respondió–. En cuanto al prodigio, no me disgustará verlo. Me voy a sentar en la colina.
Se sentó en la colina y cuando estaban sentados, vieron venir por el camino principal que partía de la colina a una mujer montada en un caballo blanco, grueso y grande; llevaba una vestimenta de resplandeciente brocado de oro. El caballo avanzaba a paso lento y acompasado, según creían los que lo estaban viendo, y llegó a la altura de la colina.
–Hombres –dijo Pwyll–, ¿hay alguien de entre vosotros que conozca a esta mujer a caballo?
–Nadie, señor –respondieron ellos.
–Que alguien vaya a su encuentro, para saber quién es.
Uno de elllos se levantó apresuradamente y fue a su encuentro; pero cuando llegó delante de ella en el camino, ya había pasado de largo.
'Pwyll, príncipe de Dyvet' (fragmento)
en "Mabinogion - relatos galeses"
trad. Maria Victoria Cirlot
ed. Nacional (1982)
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