De ocho patas dicen que está provisto (o cargado) el caballo del dios Odín, Sleipnir, cuyo pelaje es gris y que anda por la tierra, por el aire y por los infiernos; seis patas atribuye a los primitivos Antílopes un mito siberiano. Con semejante dotación era difícil, o imposible, alcanzarlos; el cazador divino Tunk-poj fabricó unos patines especiales con la madera de un árbol sagrado que crujía incesantemente y que los ladridos de un perro le revelaron. También crujían los patines y corrían con la velocidad de una flecha; para sujetar, o moderar, su carrera, hubo que ponerles unas cuñas fabricadas con la leña de otro árbol mágico. Por todo el firmamento persiguió Tunk-poj al Antílope. Este, rendido, se dejó caer a la tierra y Tunk-poj le cortó las patas traseras.
«Los hombres –dijo– son cada día más pequeños y débiles. Cómo van a poder cazar Antílopes de Seis Patas, si yo apenas lo logro.»
Desde aquél día los Antílopes son cuadrúpedos.
'Los Antílopes de Seis Patas'
en "El libro de los seres imaginarios"
Jorge Luis Borges & Margarita Guerrero
ed. Bruguera (1981)
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