domingo, 12 de julio de 2015

suciedad







   El emperador le dijo a Kyoyu:
   –Eres un gran hombre, así que te voy a legar mi imperio, supongo que lo aceptarás.
   Pero Kyoyu, en vez de alegrarse, se enfadó mucho y le dijo:
   –¡Tus palabras han ensuciado mis oídos! –y se fue a un río cercano y se lavó las orejas a conciencia.
   A esto, pasó un labriego amigo suyo que conducía una vaca, y al verle le preguntó:
   –¿Qué es lo que estás haciendo, Kyoyu? ¿Por qué te lavas las orejas con tanto cuidado?
   –¡Calla, calla!, hoy no es mi día. El emperador quería hacerme su heredero. ¡Me quería dejar el Imperio! Mis oídos se han ensuciado con tales proposiciones, por eso me los estoy lavando.
   –¡Vaya! –dijo el labriego–.  Y yo que había traído a mi vaca al río para que bebiera, ¡ahora resulta que el agua está sucia!.

















de "Historias Zen"
recopiladas por Taisen Deshimaru
trad. Agustín Utrera y Juana Morente
ed. Sirio (1990)


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