La Naturaleza ha dotado al erizo de tierra con una gran prudencia y con la capacidad de atender a sus necesidades. Así es que, dado que le hace falta durante todo el año un manjar que no se obtiene en todas las estaciones, se mete en los cestos de higos secos, según se cuenta, y con toda pausa da vueltas para ensartar en sus púas la mayor cantidad posible de higos, que se lleva y almacena, para cuidar de ellos y utilizarlos en su propia madriguera, cuando no puede hallar comida fuera de ella.
'Libro III, 10'
en "Historia de los animales"
Claudio Eliano (175-235 d. C.)
trad. María Otero
ed. Hyspamérica (1985)
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